Después de la experiencia que os conté la semana pasada, empiezo a cambiar un poco el concepto que tengo de los japoneses (a negativo claro) y aquí vuelve a aparecer mi querido refranero español, para llamarme al orden; y esta semana toca el de: “Te dan una de cal y otra de arena”.
La semana pasada tocó “cal” y esta semana…. “arena”.
Ya sabéis que en la recepción de nuestro edificio tenemos a 5 ó 6 personas, que para mí son mi tabla de salvación (hablan inglés), ya que me ayudan siempre a todo. Pues entre todas ellas está Marina. Una japonesa muy simpática y muy agradable, a la que Jimena y yo decidimos enseñarle palabras en español y, ella a nosotras en Japonés.
El nombre de Marina, como podéis imaginar no es el suyo. Después de hacer intentos infinitos por recordar su nombre, fuimos incapaces, entonces entre ella y nosotras, decidimos que lo más parecido era Marina y, así la rebautizamos.
El primer acto de sensibilidad por su parte fue el año pasado en el mes de Junio, cuando mi amiga Sandra se volvía a Chile y yo, me quedaba más triste y sola que la una. Marina me acompañó a despedir a Sandra al taxi y, cuando yo lloraba como una magdalena desconsoladamente porque mi amiga se iba, ella hizo un amago de abrazo, como cuando abrazas a alguien con una enfermedad contagiosa (pero viniendo de una japonesa, fue muy reconfortante).
A mi lado, a la derecha, Marina.
Después tuvimos la fiesta de fin de año del edificio el día 30 de noviembre, donde confraternizamos con los vecinos y, ahí Marina, se encargó de presentarnos a los vecinos que ella consideraba interesantes (en realidad eran muy interesantes) y, alguno hablaba algo de español.
A las personas que trabajan en la recepción, no les permiten ningún tipo de relación personal con los residentes, todo estrictamente profesional, pero claro … el roce hace el cariño y, hace un mes, cuando estaba mirando el buzón, Marina apareció como un “ninja” detrás de mi, para decirme que se tenía que operar de la rodilla y que el día 3 de febrero era su último día de trabajo; quería que le diera mi mail para seguir en contacto, todo en una absoluta confidencialidad, y que por favor, no dijera nada, porque podía tener problemas con la dirección (después de su recuperación, trabajará probablemente en otro edificio).
Bueno, pues en contra de la cultura oriental, nosotras decidimos escribirle una tarjeta de despedida, donde le escribimos los 3, Jimena le hizo una pulserita y le compramos un detallito, sin la aprobación de Nacho, que nos decía que era ponerle en un compromiso.
A todo esto, se lo teníamos que dar a escondidas para que no tuviera ningún problema, pero nunca estaba sola. Así que, lo metimos en una bolsa y le dijimos que si nos la podía guardar en recepción. Al día siguiente, mediante mímica, le dijimos que era para ella.
Después de dos días, nos la volvimos a encontrar y nos lo agradeció hasta el infinito, que le había encantado, que le había hecho mucha ilusión, que se había emocionado, que cuanto nos iba a echar de menos….
Y, llegó el día 3 que era su último día de trabajo. Cuando salimos por la mañana, nos estaba esperando para despedirse de nosotros. Nos abrazó a los tres y a Jimena le dio un regalito, que por educación a la cultura japonesa, no abrimos delante de ella.
Un pañuelo precioso!
Y en la tarde del domingo, tiradas en el sofá Jimena y yo, viendo una película y vagueando, de repente, suena el telefonillo!!! Marina, que quería darnos el último adiós y preguntaba si podía subir.
Subió con una postal que nos había escrito y, cuando nos volvimos a abrazar (esto empieza a parecer ya mucho sobeteo para ser japonesa, verdad?), empezó a llorar como si no hubiera un mañana.
En ese momento comprendí, cuando estás viendo dibujos animados japoneses y lloran, son unas lágrimas enormes que salpican mucho.
Pues os juro, que lloraba igual. Claro Jimena se moría de la pena y le volvía a abrazar; cuanto más le abrazaba, más lloraba, hasta que le dije a Jimena, que lo dejara ya, que esto no tenía fin. No os lo creeréis, pero que mojó hasta el suelo.
Y, esta fue la bonita tarjeta que nos escribió:
La verdad, es que da gusto saber que uno va dejando un poquito de huella en el corazón de las personas.
Que rico!! Emocionante!!
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Ohhhh qué bonito, Silvia!!! Me encanta esta historia de Marina!! Anima a Jimena a escribir un cuento o un cómic sobre ella😊es pura literatura👌Un abrazo fuerte, a la española🙅
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Me encanta Marina! Qué tiernita por Dios!! Claro que encariñarse con vosotros es taaaan fácil… sois un sol!
😘😘😘😘
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Que tú no eres objetiva, tú nos quieres!!!
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Silvia hay gente que deja mucha huella por donde va pisando, y hay personas a las que quieres, aunque tu cultura sea diferente y todo sea distinto, porque en realidad, lo que nos diferencia a los humanos de los robots, es el amor y el cariño.
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Eso es cierto y la verdad, que gusta!!
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Querida Silvia, como siempre poniendo el humor a todo lo que cuentas….sea lo que sea.
¡Qué cultura! .Me da pena…..¡¡¡Cuando sentimiento reprimido!!!.
Gracias por seguir compartiendo.Tres grandes besos
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Gracias por tus comentarios amiguita, que se que no te gusta!!! Muack
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